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Visiones y revelaciones de Maria Valtorta sobre la Pasión de Nuestro Señor
Comentario de www.reinadelcielo.org: el libro Poema del Hombre-Dios ha sido editado en oncetomos en su edición más reciente (aunque ha habido una versión anterior de cinco tomos, y unamás reciente que desconocemos, que ha surgido bajo el nombre de "El Evangelio como yo lo vi").Los segmentos que aquí exponemos corresponden a los tramos referidos a La Pasión del Señor:en forma previa a estos extractos se pudo leer el relato de la última cena, la oración de Jesús enel Getsemaní, y finalmente el Señor apresado en el Huerto. A continuación, Jesús es conducidopor la turba de guardias del templo y otros curiosos hacia Jerusalén, bajo los gritos y las luces delas antorchas, por el sendero que atraviesa el arroyo del cedrón. En este punto nos unimos a lasvisiones de Maria Valtorta y acompañamos a nuestro Señor en Su momento de dolor.604. Los procesos. Las negaciones de Pedro. Consideraciones sobre Pilato.
Visiones del 22 al 25 de marzo de 1945
.Empieza el doloroso camino por la vereda pedregosa que lleva desde el calvero donde Jesús fueapresado hasta el Cedrón, y desde el Cedrón, por otro camino, hasta la ciudad. E inmediatamenteempiezan las palabras y los gestos burlescos y las vejaciones. Jesús, yendo atado por las muñecas, e incluso por la cintura, como si de un loco peligroso setratara, confiados los cabos de las cuerdas a unos energúmenos embriagados de odio, se vetirado de un lado y de otro como un trapajo abandonado a la ira de una manada de cachorros.Pero aún podrían tener justificación los que así actúan si fueran perros; sin embargo, tienennombre de hombres, aunque de hombre no tengan más que la figura. Y si han pensado en esaatadura de dos sogas opuestas ha sido para causar mayor dolor. Una de las dos tiene la únicafunción de inmovilizar las muñecas, y las lacera y va serrando con su áspero roce; la otra, la de lacintura, comprime los codos contra el tórax, y sierra y oprime la parte alta del abdomen,torturando el hígado y los riñones, donde han hecho un enorme nudo y donde, de vez en cuando,el que lleva los cabos de las sogas da latigazos con ellos y dice: «¡Arre! ¡Vamos! ¡Trota, burro!», yañade patadas detrás de las rodillas del Torturado, que a causa de estas patadas se tambalea y sino cae del todo es porque las sogas lo mantienen en pie. De todas formas, las cuerdas no evitanque
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tirando de Él hacia la derecha el que se ocupa de las manos y hacia la izquierda el quesujeta la soga de la cintura
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Jesús vaya chocando contra muretes y troncos y que, debido a untirón más cruel, recibido cuando está para cruzar el puente del Cedrón, caiga duramente contra elpretil del puentecillo. La boca magullada sangra. Jesús alza las manos atadas, para limpiarse lasangre que embadurna la barba, y no habla: es verdaderamente el cordero que no muerde a sustorturadores.Unos de entre la gente, entretanto, han bajado al guijarral a coger piedras y guijarros, y desdeabajo empieza una pedrea contra el fácil objetivo; porque a duras penas se puede andar en elpuentecillo estrecho e inseguro donde la gente se apiña obstaculizándose a sí misma, y laspiedras golpean a Jesús en la cabeza, en los hombros; no sólo a Jesús, sino también a sustorturadores, que reaccionan lanzando palos y devolviendo las propias piedras. Y todo contribuyea golpear más a Jesús en la cabeza y en el cuello. El puente acaba por fin, y ahora la callejuelaestrecha proyecta sombras sobre el gentío, porque la Luna, que comienza su ocaso, no desciendea esa callejuela tortuosa y, además, muchas antorchas, en medio de esa confusión, se hanapagado. Mas el odio hace de lámpara para ver al pobre Mártir, para el que hasta su alta estaturaes elemento torturador. Es el más alto de todos. Fácil, pues, golpearle, agarrarle por los cabellos,obligarle a echar violentamente hacia atrás la cabeza y echarle encima un puñado de materiainmunda que, por fuerza, debe entrarle en la boca y en los ojos, produciéndole náusea y dolor.2Empieza el trayecto a través del arrabal de Ofel, ese arrabal donde tanto bien y tantas cariciasÉl ha distribuido. La turba vociferante atrae a las puertas a los que duermen, y, si las mujeresgritan movidas por el dolor y, aterrorizadas, huyen al ver lo que ha sucedido, los hombres, esoshombres que incluso han recibido de Él curación, ayuda, palabras de Amigo, o bien agachan lacabeza con indiferencia, fingiendo desinterés al menos, o bien pasan de la curiosidad al livor, a laburla, al gesto amenazador, e incluso se ponen detrás del tropel de gente para vejar. Satanásestá ya actuando...
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Un hombre casado* que quiere seguirle para vejarlo, es aferrado por su mujer, que grita, que legrita: «¡Miserable? Si estás vivo es por Él, inmundo hombre lleno de podredumbre. ¡Recuérdalo!».Pero el hombre se impone a la mujer golpeándola brutalmente y arrojándola al suelo, y luegocorre hasta donde el Mártir contra cuya cabeza lanza una piedra.Otra mujer, anciana, trata de cortar el paso a su hijo, que viene con cara de hiena y con un palo,para golpear también a Jesús, y grita a su hijo: «¡Asesino de tu Salvador no serás mientras yoviva!». Pero la pobre, alcanzada en la ingle por una patada brutal de su hijo, se desplomagritando: «¡Deicida y matricida! ¡Por el seno que abres por segunda vez y por el Mesías al quehieres, maldito seas!».3La escena, a medida que van acercándose a la ciudad, va aumentando en violencia.Antes de llegar a las murallas están Juan y Pedro. Ya están abiertas las puertas, y los soldadosromanos, dispuestos para la defensa, observan nde y mo se desarrolla el tumulto,preparados para intervenir si el prestigio de Roma se viera dañado. Creo que Juan y Pedro hanllegado allí por un atajo tomado cruzando el Cedrón más arriba del puente, y adelantándoserápidamente a la turba, que, obstaculizándose tanto a sí misma, se mueve lenta. Están en lapenumbra de un zaguán, en una placita que precede a las murallas. Tienen cubiertas sus cabezascon los mantos, ocultando así sus caras. Pero, cuando Jesús llega, Juan
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bajo la libre luz de laLuna, que allí todavía ilumina antes de desaparecer tras el collado que hay más allá de lasmurallas y que oigo que los esbirros capturadores lo llaman Tofet
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deja caer el manto y muestrasu pálido y descompuesto rostro. Pedro, aun no atreviéndose a destaparse, se adelanta para servisto... Jesús los mira... y sonríe (una sonrisa de una bondad infinita). Pedro se vuelve y regresa a suángulo obscuro, llevándose las manos a los ojos, encorvado, envejecido, ya un despojo dehombre. Juan se queda valerosamente donde está, y sólo cuando la turba vociferante termina depasar se reúne de nuevo con Pedro, lo toma de un codo, le guía como un muchacho guiaría a supadre ciego, y entran ambos en la ciudad detrás de la muchedumbre vociferante. _________________________ * un hombre casado: se trata de un cierto Jacob, curado por Jesús en 374.7/9. El hijo del siguientepárrafo es Samuel, desleal a Analía, encontrado en 374.5/6 y en 375.6/9. El presente capítulo dela Pasión fu escrito antes, como puede constatarse no sólo por las fechas, sino también por laobservación de MV en 374.10.Oigo las exclamaciones de asombro o burlescas o apenadas de los soldados romanos: hay quienlanza maldiciones por haber sido sacado de la cama por ese «necio lacayo»; hay quien se burlade los judíos, que han sido capaces de «prender a una media hembra», hay quien se muestracompasivo hacia la Víctima, diciendo: «Siempre le he visto bueno», y hay quien dice: «Hubierapreferido que me hubieran matado a mí, antes que verle a Él en esas manos. Es un grande. Tengodos devociones en el mundo: Él y Roma». «¡Por Júpiter!
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exclama el de grado más alto
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Yo noquiero líos después. Voy donde el alférez. Que se encargue él de decírselo a quien tenga quedecírselo. No quiero que me manden a luchar contra los Germanos. Estos hebreos hieden y sonsierpes y carroñas, pero aquí la vida es segura. ¡Estoy para terminar mi tiempo y en Pompeyatengo una muchacha...!».4Pierdo el resto por seguir a Jesús, que continúa caminando por la calle que hace un arco ensubida para ir al Templo. Pero veo y comprendo que la casa de Anás, a donde quieren llevarle,está y no está en ese laberíntico conglomerado que es el Templo y que ocupa todo el collado deSión. Está en el extremo, cerca de una serie de muros que parecen delimitar por esta parte a laciudad y que desde ahí se prolongan en pórticos y patios, siguiendo la ladera del monte, hastallegar al recinto de lo que es el Templo en el pleno sentido de la palabra, o sea, el lugar a dondevan los israelitas para sus distintas manifestaciones de culto.Una alta puerta guarnecida de hierro se abre en el muro. Se acercan a ella solícitas hienas yllaman con fuerza. En cuanto se entreabre, ya irrumpen dentro, casi tirando al suelo y pisoteandoa la criada que ha venido a abrir; y abren la puerta de par en par, para que la turba vociferante,
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con el Capturado en el centro, pueda entrar. Una vez dentro, cierran y trancan, temerosos quizásde Roma o de los facciosos del Nazareno. ¡Sus facciosos! ¿Dónde están?...Recorren el atrio de entrada y luego cruzan un amplio patio, un corredor, y otro pórtico y unnuevo patio, y suben a tirones a Jesús por tres escalones, haciéndole recorrer casi corriendo unagalería realzada respecto al patio, para llegar antes a una rica sala donde hay un hombre ancianovestido de sacerdote.«¡Que Dios te consuele, Anás» dice el que parece el oficial, si oficial puede llamarse al bribón quemanda a esa canalla. «Aquí tienes al culpable. En manos de tu santidad lo pongo, para que Israelsea purificado de la culpa».«Que Dios te bendiga por tu audacia y tu fe».¡Vaya una audacia! Había sido suficiente la voz de Jesús para hacerle besar la tierra en elGetsemaní.5«¿Quién eres Tú?».«Jesús de Nazaret, el Rabí, el Cristo. Y tú me conoces. No he actuado en las tinieblas» .«En las tinieblas, no. Pero has inducido a error a las muchedumbres con doctrinas tenebrosas. Y el Templo tiene el derecho y el deber de tutelar el alma de los hijos de Abraham».«¡El alma! Sacerdote de Israel, ¿puedes decir que por el alma del más pequeño o del más grandede este pueblo has sufrido?».«¿Y Tú entonces? ¿Qué has hecho que pueda llamarse sufrimiento?».«¿Qué he hecho? ¿Por qué me lo preguntas? Todo Israel habla. Desde la ciudad santa al míseropueblecillo, hasta las piedras hablan para decir lo que he hecho. He dado la vista a los ciegos: lade los ojos y la del corazón. He abierto los oídos a los sordos: para las voces de la Tierra y para lasdel Cielo. He hecho caminar a los tullidos y a los paralíticos, para que empezaran la marcha haciaDios desde la carne y luego siguieran con el espíritu. He limpiado a los leprosos: de las lepras quela Ley mosaica señala y de las que hacen a un hombre leproso ante Dios, o sea, de los pecados.He resucitado a los muertos. Y no señalo que sea grande llamar a una carne de nuevo a la vida,sino que digo que grande es redimir a un pecador; y lo he hecho. He socorrido a los pobres,enseñando a los avarientos y ricos hebreos el precepto santo del amor al prójimo; y, siendo pobrea pesar del río de oro que ha pasado por mis manos, he enjugado Yo solo más lágrimas que todosvosotros, que poseéis riquezas. En fin, he dado una riqueza inefable: el conocimiento de la Ley, elconocimiento de Dios, la certeza de que somos todos iguales y de que, ante los ojos santos delPadre, igual es el llanto derramado
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o el delito cometido
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por el Tetrarca o por el Pontífice, por elmendigo o el leproso que mueren en el camino. Esto es lo que he hecho. Nada más».6«¿Sabes que por ti mismo te acusas? Dices: las lepras que hacen leprosos ante Dios y no sonseñaladas por Moisés. Estás insultando a Moisés e insinúas que hay lagunas en su Ley...».«No suya: de Dios. Así es. Digo que más grave que la lepra, desgracia de la carne, desgraciaacotada en el tiempo, es el pecado, que es desgracia, eterna, del espíritu».«Osas decir que puedes absolver los pecados. ¿Cómo lo haces?».«Si con un poco de agua lustral y el sacrificio de un macho cabrío es lícito y creíble cancelar unpecado, expiarlo y quedar limpio de él, ¿cómo no habrá de poder hacerlo mi llanto, mi Sangre ymi deseo?».«Pero Tú no estás muerto. ¿Dónde está, entonces, la Sangre?».«No estoy muerto todavía. Pero lo estaré, porque está escrito: en el Cielo, desde antes que Siónfuera, desde antes que existiera Moisés, desde antes de Jacob, desde antes de Abraham, desde
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